Con el verano caído y tomando el sitio el otoño, la fiesta que marca el inicio del nuevo periodo en León es la celebración de san Froilán en la Virgen del Camino, con verdadero arraigo entre los leoneses y por nuestros queridos vecinos asturianos, los cuales, siempre están presentes haga frío, llueva o haga calor, desplazándose en autocares mayoritariamente, dando vida, tanto a los puestos y establecimientos de la localidad, como a los de provincias colindantes que nos ofrecen sus productos.
Una seña de identidad inequívoca son las avellanas (perdones) que, como testigos, se consumen y se llevan a casa para hacer participes de la celebración a los que, por una u otra causa, no han podido asistir. Aún conservo un trozo de papel escrito por la mano de mi madre, y que aunque no fuera de gran calidad, para mí tiene el valor que cualquier recuerdo de los seres queridos ya desaparecidos, perdura sobre los descendientes. La leyenda pensada para este día de San Froilán, escrita a lapicero, decía lo siguiente: «No quiero tus avellanas, no las quiero, no las quiero, a mí me las dan de balde los mocitos de este pueblo».
Confieso que no soy adicto a asistir a la mencionada celebración, aunque participo en el sentimiento que se desprende de quienes colaboran en la misma, así aportando realce y mantenimiento a la misma. Estando cumpliendo el servicio militar en la base de la base aérea asentada en la citada localidad desde el año 1929, si los datos que tengo no me fallan, fue cuando me enteré de que la verdadera fiesta litúrgica de la Virgen del Camino era el 15 de septiembre. Por supuesto que en la fecha de la verdadera patrona no contaba con la asistencia multitudinaria del domingo y fiesta precedente.
Hasta muchos años más tarde, desempeñando un cargo de responsabilidad municipal, pude comprobar el afecto y la devoción que sobre la Virgen del Camino se tiene con la presencia de miles de fieles asistiendo a la misa que en los aledaños de la basílica tenia lugar, así como tocar la nariz o tirar de ella para garantizar la salud para todos según la costumbre, además de otras partes que adornan la puerta siguiendo el ritual. Todo ello esperando que el mal tiempo no desluzca la celebración y los carros puedan llegar sin problemas. Que sería un pueblo sin sus recuerdos y sus conmemoraciones.