Imagen Maximino Cañón (PNG)

La vista es la que trabaja

04/06/2024
 Actualizado a 10/06/2024
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Este es un dicho que normalmente se hace presente cuando uno, delante de un grupo de amigos, trata de irse arriba dando explicaciones de cómo se comporta al estar entre mujeres, más o menos de la edad, del narrador. Contaba un conocido señor, Constancio para más señas, vecino del barrio donde me crié cuando estando sentado un una mesa del bar, donde habitualmente tomaba café, cercana a la luna de cristal que permitía divisar el paso de la juventud (femenina me refiero) cuando se dirigía a estudiar o al trabajo. A mi lo que gustaba sobremanera era escuchar las muchas historias que contaba, y que a través de los años quedaron enclaustradas en la memoria. Cómo han pasado los años. Hoy día se ven a las chicas jóvenes y no tan jóvenes, con unas minifaldas que se te van los ojos detrás.

De la falda larga, a la minifalda, se pasó en poco tiempo, seguía diciendo el señor Constancio, pensando en cuando iban a la estación a ver los tobillos de las mujeres que subían al tren, al tener que levantar el vestido para no enredarse con los peldaños de los coches del ferrocarril. Yo la primera mujer que vi en minifalda y que, inequívocamente, era extranjera y acompañada de su pareja, fue en Ordoño, II, con admiración, ya que aquí de eso no teníamos, y otras personas, censurando el desatino la desvergüenza de ir casi enseñando el culo (decían) por la calle. La cosa se fue generalizando y con la llegada de las extranjeras, sobre todo aquellos cursos de verano, donde asistían francesas mucho más liberadas que las de aquí, haciendo que los jóvenes de la época las miraran embobados. La verdad es que el éxito que las citadas estudiantes extranjeras lograron en poco tiempo, fue debido al adelanto que, en materia de amoríos y libertinaje (es un decir), desprendían ante una generación cohibida debido a las prohibiciones del momento. La minifalda se convirtió en la prenda favorita de las chicas. Las discusiones en casa, y en las parejas de novios, tenían su origen en hasta donde tenían que llegar las citadas minifaldas para no ir llamando la atención por la calle.

Por encima o por debajo de la rodilla, ahí estaba el detalle. Esto me viene a la memoria pensando en la gente de aquella generación la cual, si hoy viviera, desde la lejanía de aquella censura carnal, tendrían que llevar orejeras para que no se les notara el enfoque visual a cada paso sin que a ellas, o a ellos, nada les importara. Lo de las prendas rotas de fabrica es algo que, incluso yo mismo, no acabo de asimilar, pues cuando aparecías en casa con un siete en el pantalón, tú madre se echaba las manos a la cabeza, y a la zapatilla, para que otra vez tuvieras mas cuidado y pensaras lo que cada prenda costaba en unos años en que no era habitual ni, en la mayoría, posible, comprar ropa cada poco. Recuerdo cuando coincidiendo con los inicios de la televisión en España, entrevistaron a un hombre por la calle sobre que pensaba de que las mujeres llevaran minifalda, a lo que sin pensarlo contestó que le parecía estupendo y en la repregunta que le formuló en entrevistador ¿le gustaría que su mujer la llevara? Expresó un «no» de lo más profundo. (Sin comentarios ni valoración al respecto) Al hilo de todo esto vuelvo a lo que aquel señor manifestó el ver pasar a aquellas chicas, y ser reprendido por otro amigo que le dijo: ¿pero a donde vas tú con los años que tienes? (pasaba de los setenta de entonces) miro porque aunque otras partes de cuerpo no aguantan el paso de los años: «La vista no envejece».

Hoy lo más que se atreven a decir las miradas murmuradoras de reprobación, es aquello de: pero no tendrán frío, «con toda la barriga a aire», no sé donde vamos a ir a parar. El caso es que todo esto viene a cuento porque ya está acercándose el verano, y sus consecuencias.

 

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