eduardo-bajob.jpg

Vivir pero ¿dónde?

12/02/2025
 Actualizado a 12/02/2025
Guardar

Recuerdo que en mi casa –una familia convencional– vivíamos con el sueldo y los negocios de mi padre. Por supuesto que el trabajo de mi madre era más duro, más responsble y sin remuneración, cuidando de su famila y de la parentela que cada poco desfilaba por nuestra casa. ¿Qué vendrán buscando estos ahora? –era el comentario de mi padre. Comida, zapatos nuevos, ropa, descanso, novia y sobre todo... dinero–. Un recuerdo de mi abuela era la gran cachava con la que me amenazaba, porque no me soportaba, pero nunca me alcanzó. Mi madre sufría: «esta vieja cualquier día me deja sin niño». En cuanto a mi hermana, la astuta vieja le tatrataba algo mejor y cuando en verano la veía con un helado, le decía: a ver que mierda os da tu madre... y de un manotazo se lo arrebataba y se lo zampaba. Se vivía con necesidad y todo valía. Con mucho trabajo se salía adelante y al cabo de unos años pagabas la entrada de un piso, con un 600 a la puerta de la casa.

A pesar de todo, eran tiempos de aislamiento y autarquía. Muchos españoles se vieron obligados a salir a Europa para buscar la vida, con contrato imprescindible porque si no trabajabas, te ponían en la frontera. Hoy vemos tambíen cómo jóvenes talentos se van fuera del país: médicos, enfermeros, ingenieros, informáticos y gente con talento. Estos profesionales no van a regresar nunca. Echan raíces, se casan, se establecen y gozan de mejor nivel de vida.

Los emigrantes de antes, como los de «un franco 14 pesetas», de Carlos Iglesias, soñaban con regresar a España y lo habitual era comprar un piso. Así se hicieron las grandes barriadas de las grandes ciudades.

La vivienda, como derecho fundamental, la regulaba el mercado: ‘La mano invisible’ de la que habla Adam Smith. Eso era un principio del capitalismo, como la propiedad privada. Y funcionaba porque no había tantas trabas, tantos cargos ni unos políticos que interfirieran y nos condujeran al comunismo.

El desprecio a la propiedad privada, ganada honestamente con el trabajo y el ahorro, se palpa en la permisividad de la ocupación de casas, viviendas, almacenes para el cultivo de marihuana... que gozan de las simpatías y la tolerancia de muchos altos cargos del gobierno.

A este paso pronto veremos cómo el sanchismo nos mete en casa gente para darles vivienda. Eso lleva mucho tiempo funcionando en la Cuba que tanto gusta a los progres. Y lo vimos con los soviéticos en la película de Doctor Zivago, según obra de Boris Pasternak, que no es un cuento, sino una obra literaria que narra lo que sucedió y pronto resucitará si nos dormimos. Al menos, los que asaltaban mi casa del pueblo, eran parientes.

Lo más leído