Las contradicciones lo son tanto en la tierra como en el aire. Y si no, que se lo digan al galapagueño Iglesias, que ha pasado de cabalgar en contradicciones, como él mismo reconoció hace unos años, a volar en contradicciones tras meterse en un avión junto al despiadado monarca español para viajar hasta Bolivia y ser testigos de la toma de posesión del presidente boliviano Luis Arce. Entre ida y vuelta, 28 horas juntos en un habitáculo relativamente reducido y sin vía de escape, ejerciendo de testigo de excepción la ministra de Exteriores, Arancha González Lara.
La duda razonable que nos asalta a todos los mortales es la temática de la conversación entre ambos. Lo más inteligente sería preguntar a la ministra, aprovechándonos de la sinceridad de la que hace gala, como demostró hace unos días al desvelar por fin en qué consistía el plan del Gobierno para luchar contra las noticias falsas al afirmar que «no se trata de limitar la libertad de expresión pero sí se trata de limitar el que se puedan vehicular falsedades a través de los medios de comunicación, que hoy son los periódicos, las radios, las televisiones y las plataformas digitales, que falsean el debate público, que manipulan a nuestra población y que pueden causar un gran quebranto a nuestra democracia». Si alguien todavía tenía dudas sobre los peligros de esta iniciativa espero que haya tomado nota. Pero cuidado, chirría de sobremanera cuando desde la bancada popular se rasgan la camisa clamando al cielo por este atropello a la libertad de prensa, cuando ellos intentaron lo mismo en la legislatura anterior. Pero volvamos a Bolivia y al viaje de enamorados entre Felipe y Pablo.
¿Cambiarían impresiones sobre la serie Juego de Tronos, la cual le regaló sarcásticamente en su día Iglesias al Borbón y en la que los monarcas y nobles son población de riesgo de ser asesinados y derrocados de muy diversas maneras? Aunque a lo mejor se intercambiaran los papeles y fuera Felipe el que le recomendara a Pablo una serie de Amazon. Me refiero a ‘El Desafío: ETA’, en la que sale un joven príncipe asistiendo al funeral de Miguel Ángel Blanco, a quien no identifican, según una reciente encuesta, el 60% de los jóvenes de nuestro país. Según ese mismo estudio, tan sólo el 7% de los españoles recuerda que los asesinados por esta banda terrorista superaron los 800, de los que más de la mitad fueron civiles. Estos porcentajes habrán variado notablemente tras el visionado de miles de personas de dicha serie, por lo que tan de moda que está la Memoria Histórica en nuestro país, no estaría de más que a las nuevas generaciones se les explique en los colegios, institutos y universidades nuestra historia más reciente, en la que los asesinos de ETA y sus cómplices se ganaron por méritos propios un espacio privilegiado en el apartado de la barbarie. Estoy seguro de que a Pablo, al que tanto le gusta la historia, se pondrá manos a la obra y propondrá el visionado obligatorio de esta serie.
Y casi sin darse cuenta, su avión tomaría tierra en suelo boliviano. Aunque visto lo visto, o mejor dicho, oído lo oído, casi hubiera sido mejor que no hubieran bajado las escalerillas del avión y así se hubieran ahorrado escuchar el remix del himno español, merecedor sin duda del pase de oro de Got Talent. Menos mal que los sufridores patrios llevaban mascarilla y así evitaron que les pudiéramos leer los labios, aunque sus miradas fueron bastante significativas. Si bien este hecho es una mera anécdota, lo que no lo fue tanto fue la firma posterior que estampó Iglesias en un documento contra el golpismo de la ultraderecha en América. Un manifiesto que yo también suscribiría sin dudarlo, ya que estoy en contra de cualquier movimiento político que sea merecedor del calificativo ultra o extrema, se fundamente tanto en la derecha como en la izquierda. Me surge la duda de si todos los firmantes de Bolivia harían lo mismo o su posible miopía democrática, si no ceguera total, les impediría hacerlo.
Volar en contradicciones
12/11/2020
Actualizado a
12/11/2020
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