La nuestra televisión del Bar con televisión Iberia (que así lo ponía el cartel fundacional) nos despertó del amurniadero que traíamos con tanta agua sobre agua y el vino caro. «Hasta aquí hemos llegado», dijo solemne el padre fundador de los Filósofos de la Rural Sin Obra Publicada cuando, casi sin descanso, salió en la nuestra pantalla de plasma Belén Esteban hablando —o lo que sea— de fútbol; Revilla de un rey que no lo es o sí, lo que hizo decir a Mesiapraos que «las cosas vuelven a su cauce, toda la vida de dios Revilla fue el de los chorizos» y el gran reportaje de investigación fue averiguar que el bikini de la nieta del rey que no lo es, o sí, cuesta 78 euros; que son exactamente 51.792 reales, que diría Blas el de las patatas.
- Hay que hacer algo a lo grande; dijo el padre fundador, que está como nunca.
Se barajó la doctrina Comisión de Festejos de Genicera, que decidió matar a la orquesta por mala (luego no ejecutó) pero pareció demasiado violenta y quedó el debate en hacernos de «la secta del chivo o la chava».
Viene la cosa en lo tocante a cuando a Laureano le bautizaron como «la chiva» a raíz de una visita a la escuela de «la inspectora», que se puso atorrante en preguntarle por los misterios de la Santísima Trinidad, que si dios era «uno y trino», que los misterios gozosos... y no era ése el fuerte precisamente del rapaz, poco partidario, por lo que «la inspectora» montó en cólera y le preguntó airada.
- A ver niño (no sabía cómo se llamaba), ¿tú que quieres ser de mayor sin saber nada de lo que te pregunto.
- Pues yo quiero ser chivo.
- ¿Chivo?
- Sí señora.
- Chivo, ¿para qué?
- Para vivir en lo alto de la peña y no ver tanto gilipollas como andáis por aquí abajo.
Pues eso. Y es que Laureano siempre había sido muy animalista, cuando llegó el primer perro salchicha al pueblo ya lo dijo: «Hay que ponerle otras dos patas en el medio».