10/06/2024
 Actualizado a 10/06/2024
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Susana Fernández, mi excelsa y nunca bien ponderada cuñada, que no corta pulpo con tijeras, tras una ardua reflexión concluyó que vivimos tiempos en los que exigimos inmediatez a todo y pone como ejemplo los medios que utilizamos para comunicarnos que deben ser rápidos convirtiendo lo incorpóreo en urgente: tempus fugit.

Una muestra palmaria es la logística del transporte y el reparto de mercancía, llegan paquetes hasta en domingo, sin olvidar algo que está presente en la sociedad y en nuestras vidas: el uso y tal vez el abuso del WhatsApp, la aplicación del móvil.

Pero, yo, que ni tengo WhatsApp ni presumo por ello, me veo como un tipo raro en esto de la rapidez desmedida. Por cierto, no lo tengo por tres razones:

1) ¿Escribir en pantalla de móvil? Se me antoja que no, será otro de los dones que Dios me negó.

2) Sin olvidar la presbicia, ya que para ver el móvil tengo que alejarlo un metro.

3) ¿Y eso de «hablamo» por WhatsApp…? Pues no, y no me suena nada bien.

El WhatsApp es una herramienta tecnológica muy útil, ya que es información en tiempo real para hacer más fácil y llevadera la vida de los seres humanos.

Pero hay personas que se pasan «siete pueblos», sí, ya que podemos ver en bares y restaurantes a familias enteras, padres, hijos y amigos «piticleando» el móvil, los unos contra los otros, ¡y sin dirigirse la palabra!, no, eso no, y menos aún la mirada… En «román paladino»: no hacen ni puto caso omiso a nadie, más que a su móvil.

Parece que las personas que tienen a su lado les importan un comino, o dos si son pequeños, pero con los que están alejados comunicarse debe ser cuestión de vida o muerte… visto el reiterado empeño que ponen en hacerlo.

El WhatsApp te acerca a los que están lejos, sí, pero no es menos cierto que el uso indiscriminado del móvil puede alejarte de los que tienes a tu lado, por falta de respeto y de diálogo. Salud.

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