Cristina flantains

"...Y de ese sueño hechicero despertará, al calor del primer beso de amor…"

27/03/2024
 Actualizado a 27/03/2024
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Bajando por ese camino entarambinquinculado le sorprendió a Miss Margot la primavera. En sus pálidas mejillas de frío invierno, apareció un leve color rosáceo; y en sus bellos ojos de gris inmenso, un pedacito de azul templado de cielo intenso hizo su hueco. Muy consciente de aquellos cambios, pero suspendida aún en las escarchadas sinfonías de sus madrugadas de invierno, hizo Miss Margot un alto en el entarambinquinculado camino para despojarse de su chaqueta y, arremangando las mangas de su blusa de seda murmuró:

–«apártense de mí las locas brisas de primavera, que no quiero más que llegar y, aprovechando la noche, volver»– tan atribulada iba.

Y siguió caminando sin hacer caso a los olores, sin percibir los colores, sin escuchar los ecos de palabras y de historias que el viento arrastra. No hubo dado ni dos pasos más, cuando sintió la necesidad imperiosa de quitarse las medias y caminar descalza mientras murmuraba, como no queriendo claudicar:

 –«apártense de mí los trinos y el rumor de las hojas; déjenme sola, que no quiero más que llegar y, aprovechando la noche, volver»–. 

Pero no había acabado de decirlo, cuando se quitó la goma del pelo y dejó suelta la melena, y, al primer golpe de brisa que la tomó le rogó, ya casi con el ánimo vencido, que se abstuviera de colocar allí ningún deseo.

–«déjame, por compasión»–, murmuró con sus labios rojos. Y, alzando la delicada mano, se acarició el pelo para asegurarse de que allí nada se había prendido.

Iba Miss Margot por su entarambinquinculado camino con la luz de primavera pisándole los talones, agobiada, porque las brisas, los ecos, los susurros del viento, el leve trinar del despiadado jilguerillo, la prendían por dentro. El paisaje sutilmente vibra conteniendo el aliento cálido del Deseo detenido en el quicio de la tarde. Presiente en el murmullo de las hojas lo que la espera, viene detrás de esta brisa o de la siguiente, qué más da, lo sabe, peligroso impulso el de los asuntos que le va a proponer. Y se enredará en su cuerpo pidiéndole, en lujurioso rumor, que se lo dé todo: perder el norte de la calma, desmadejarse, tronchar el rumbo, reencontrar el Deseo (su fina cuchilla atenazándole el sedoso cuello), de vivir. Es cada pizca de lo que está y todo la mira.

Bienvenida, primavera.

 

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