Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. (León Felipe). Precisamente una de las cosas que honra a la historia del pensamiento es la búsqueda impenitente de la verdad, sea esta un hecho objetivo, o circunstancial cuando se trata de describir acontecimientos que son capaces de trascender con unas u otras consecuencias. Pocas cosas nos dotan de tanta virtud más que esta búsqueda a través de los siglos.
Cada tendencia humana, cada época en las distintas civilizaciones han tenido a sus pensadores desentrañando un método, una teoría. Algunas venidas desde la honestidad, otras desde el interés, otras desde la soberbia, incluso algunas desde la locura pero ninguna desde la ignorancia y ninguna de ellas, créanme, es inocente. Y todas y cada una de ellas, a su manera, nos honran.
Tanto interés por la verdad es, posiblemente, un indicativo tan simple como la sed. Quizá la verdad es a nosotros como el fuego al Rey Louie ( recuerdo al lector al personaje de El Libro de las tierras vírgenes de Joseph Rudyard Kipling), cuya posesión era su pasaporte para el Olimpo.
De todas ellas y después de pensármelo detenidamente yo me quedo con la siguiente: Cuando Parmenides en su poema Sobre la naturaleza trae a Alétheia como herramienta de conocimiento nos está proponiendo un camino a la medida de nuestras limitaciones.
Alétheia, por si el lector no lo sabe, es un concepto filosófico precioso pero no por su belleza, que también, si no por su valor. Hace referencia a la sinceridad de los hechos. Plantea llegar a la verdad, al conocimiento de las cosas a través de la manifestación que las define, proponiendo la inacción del observador pero la acción del ente observado. Para saber quién es quién solo hay que dejar que se manifieste. Alétheia: desocultamiento del ser.
Es decir, que para unos seres tan limitadísimos como nosotros incapaces de dar, ni tan siquiera, explicaciones fundamentales sobre nuestra propia existencia, más perdidos en el escenario de la vida que una mona en un garaje, lo que propone Parmenides es una solución de una altura espectacular. Nos viene a decir, eh, tranquilo, no hace falta que estés todo el rato dando palos de ciego entre dimes y diretes, para y observa: Si sale el sol, es de día. Si es la luna, de noche. Aquel que roba es un ladrón. Si cae agua del cielo, llueve. El que violenta un violador. El que mata ¡un asesino! El que no atiende sus responsabilidades, un irresponsable. Si es un cauce, pasa el agua. Si es meseta, sopla el viento…
La observación de nuestro entorno quizá no mitigue nuestras dudas existenciales pero sí nos dice cual es la verdad que nos circunda y que lugar ocupamos en ella, que es casi tanto como decirnos quienes somos.
Una manera de llegar a la verdad es observar como se comporta lo que queremos conocer. Eso propone la Alétheia.
Así que, sabiendo que perseveramos en la búsqueda de la verdad, que podemos considerarlo un impulso identitario del ser humano ¿cómo explicar que la desinformación y la mentira sean el buque insignia de la civilización actual?
Desde distintas instancias institucionales europeas se advierte que la desinformación y las fake news constituyen una de las mayores preocupaciones de los países democráticos porque suponen un grave peligro para la libertad y son una herramienta de manipulación. Esto es una advertencia para el ciudadano de a pie, es decir, usted y yo que en este asunto tenemos mucho que hacer y decir ya que por un lado somos el ente a manipular y por otro somos la herramienta de los manipuladores.
Que extraño juego en el que se es víctima y verdugo al mismo tiempo.
No tengo muy claro quién ni qué se gana cuando se imponen los antivacunas, los terraplanistas, los que niegan el cambio climático, los que juegan a desestabilizar al Estado ante hechos tan graves como el Covid 19 o la Dana siendo vector de desinformación y mentiras, los violentos, los intolerantes, los irresponsables.
No hago más que decir que el futuro es incierto.
El caso es que, volviendo a Parménides, yo lo que estoy haciendo aquí es doxa (opinar), es decir, me alejo de la búsqueda de la alétheia, de la verdad que perseguía el filósofo griego, así que olvídenlo todo, vuelvan a la evidencia de los hechos y no la abandonen; es un consejo prenavideño para todos los cuñadísimos y cuñadísimas del mundo que nos hará más llevadero el Adviento.