Vive en Madrid pero sueña con Benavides de Órbigo y el huerto de su Aleph. En su última novela, ‘Y por esto el príncipe no reinó’, combina historia, filosofía y gran literatura, un combinado de sus pasiones con permiso de León, su hijo. La presenta, acompañado por Antonio Manilla, este jueves a las 20 horas en el Instituto Leonés de Cultura, y cuenta una historia de visigodos de la que se puede concluir que el mundo, en cierto modo, tampoco ha cambiado desde entonces.
– ¿Por qué afirma con tanta rotundidad que ‘Y por esto el príncipe no reinó’ es, con diferencia, el mejor libro que ha escrito?
– Lo afirmo porque lo creo así, con franqueza y humildad. Pero esta no es más que mi opinión. Cada lector tendrá la suya. Lo creo así porque me exigió escribirlo, me planteó retos que al superarlos me hicieron aprender, tenía la sensación de que después de unas cuantas partidas de principiante, por fin, conocía las reglas del juego, al menos las básicas, era como si ya tuviera el cribo para ir separando el grano de la paja. Casi por primera vez me he sentido escritor y no impostor. Disfruté escribiéndolo y también he disfrutado leyéndolo y esto último nunca me había sucedido. En esta novela lo he puesto todo, no me he quedado nada para mí. Y si lo pienso un poco, quizás me faltaba cambiar pañales, ser padre, para comprender la vida y el oficio de escribir de otro modo.
– Dice usted, es de suponer que en tono de broma, que tiene todos los elementos para espantar a los lectores. ¿Qué otros elementos tiene para intentar atraparlos? – Con los años intuyo que uno acierta más cuando el tono es de broma, que cuando se pone estupendo. Se dicen tantas tonterías cuando se pretende hablar en serio… Vivimos en un mundo donde prima lo fácil, lo inmediato, lo cómodo, lo blando, lo redondo. Nada de aristas. El esfuerzo ha pasado de ser una virtud a ser cosa de tontos. Y por encima de todo, queremos que nos entretengan y evitamos lo que nos exija un mínimo silencio, una pequeña soledad en la que quedarnos a solas con nosotros mismos y pensar. Dios nos libre del vicio de pensar. La lectura no es ajena a este espíritu de nuestro tiempo. Libros fáciles, entretenidos, donde pasen muchas cosas y pasen rápido. Yo también leo esos libros y me divierten, pero luego los olvido, no me dejan nada. “Y por esto el príncipe no reinó” no tiene nada de esto. Por eso digo, en tono de broma, que puede espantar a los lectores. Pero, al mismo tiempo, por esto mismo, puede atraerlos. Los mejores libros que he leído son los que más me han exigido y estos no terminan cuando llegas al final, quedan contigo, te cambian, te enriquecen. Esta novela tiene silencios donde el lector puede escucharse, plantea cuestiones que preferiríamos evitar, pero que es necesario enfrentarse a ellas. Por otra parte, los hechos históricos narrados -por desgracia, no muy conocidos-, fueron decisivos para la construcción de España, los personajes son descomunales y, además, a quién no le gustan los relatos mitológicos. – Este libro combina sus tres grandes pasiones: historia, filosofía y literatura. ¿Se escribe mejor de lo que nos apasiona? – Bueno, tengo otras pasiones… pero sí, en esta novela creo que conseguido decantar -o destilar- mucho de lo aprendido, conocimientos que en apariencia no tenía ninguna utilidad, pero que aquí han cobrado sentido. No sólo escribir, todo se hace mejor cuando se hace con pasión. También estamos perdiendo la virtud de apasionarnos. – ¿A qué libro se parecería ‘Y por esto el príncipe no reinó’? – Esta pregunta sería casi para contestar en broma. Por la forma de tratar los hechos históricos, encarnándolos, quizás tenga algo de 'Aurora Roja' de Pio Baroja, la concepción de los relatos mitológicos aspiraría a acercarse a los 'Diálogos con Leucó' de Pavese y ojalá las reflexiones no fueran un mal plagio de 'Las meditaciones' de Marco Aurelio. Me gustaría que se pareciera a algunos relatos de Pier Michon. Pero estos son maestros y yo sólo un alumno. – Cambia el ritmo y el tono de su literatura. ¿Será por los años que va cumpliendo el autor o por la experiencia que aporta haber escrito mucho? – Me comentaba una escritora que echaba en falta en este libro los toques de humor que había en los anteriores. Y tiene razón. Antes, podía preocuparme la deriva que lleva nuestra sociedad, pero eran pensamientos de salón. Desde que soy padre, me angustia el futuro que se nos viene encima, con el que tendrán que lidiar nuestros hijos, desde esta perspectiva, el tono ya no puede ser el mismo. Por supuesto, también, se aprende escribiendo, viendo los errores, se aprende leyendo buenos libros.– De todos los periodos históricos que usted tan bien conoce, ¿por qué centra esta historia en los visigodos?
– Yo no elegí esta historia, me encontré con ella y dejé todo, convencido de que merecía la pena contarla. Dicho esto, la época visigoda es tan fascinante como desconocida. No eran unos brutos como creemos, erróneamente, aunque, les costaba poco tirar de espada. Por no extenderme, bastaría la figura de Leovigildo -para mí la inteligencia política más descomunal de la Historia de España y a quien, sin duda, Maquiavelo hubiera admirado-, para animarse a conocer esta época, de la que, en parte, somos aún deudores. Dicho esto, quiero aclarar que, en mi opinión, no se trata de una novela histórica. Quizás la singularidad de este libro sea que los temas que aborda podrían plantearse en cualquier otro contexto y que, por tanto, siguen siendo actuales y son tan válidos hoy, como hace milenios. La lógica y los resortes del poder no han variado, no son distintos a los del siglo VI. Las preguntas no han cambiado. ¿Somos libres? ¿Se puede ser libre incluso en una tiranía? ¿La política y la moral son incompatibles? ¿Qué hacer cuando sólo podemos elegir entre dos males? ¿Queda lugar para la esperanza? ¿Pese a todo, no debemos renunciar a la bondad? El ser humano no ha cambiado, somos iguales que los aqueos y troyanos, que los visigodos y los bizantinos. Ahí están los mitos para demostrarlo. Somos igual de frágiles, capaces de lo horrible y de lo maravilloso, movidos, a veces, por amor, a veces, por odio. El lector no encontrará en las páginas una historia muerta, pasada, al contrario, si olvida los nombres y las fechas, se encontrará con un libro vivo, que sigue sucediendo hoy. Y, volviendo a una pregunta anterior, puede que esto también atraiga a algunos lectores.
– A la misma hora que se presenta su libro habrá una manifestación por el futuro de León. Leyendo las columnas que publica en este periódico, y que todas terminan con un “Y mañana hablaremos de León”, resulta inevitable la última pregunta: ¿Cuándo llega mañana? Cómo ve usted desde la media distancia, porque tampoco se ha ido del todo, lo que está sucediendo en esta tierra.
– Ya es mala suerte la coincidencia, pero la fecha de la presentación estaba fijada antes que la de la manifestación. Decía Lope: "Tanto mañana y nunca mañanamos". Yo me fui como tantos, como se siguen yendo tantos. No pasa un día que no desee volver. Lo que está pasando en León lo veo con tristeza y con rabia. Pero la tristeza no mueve molino y la rabia, si no es para levantarnos en armas –metafóricamente- y luchar por nuestra tierra, es la más infantil de las reacciones, pues se agota en sí misma. Trabajemos por León, pero de verdad.
Óscar M. Prieto: "Tuve que cambiar pañales para comprender el oficio de escribir"
Presenta este jueves (20 horas, ILC) su novela ‘Y por esto el príncipe no reinó’, una historia de visigodos con gran parecido a nuestros días
11/05/2022
Actualizado a
11/05/2022
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