Los blanquiazules tumbaron al líder por las bravas. La Ponferradina fue de menos a más y tras sufrir durante un primer acto en el que de no ser por Manu García, el Fuenlabrada hubiera podido dejar el partido muy encarrilado, tiró de coraje en la segunda parte para derribar el muro madrileño.
Y es que los bercianos mostraron más voluntad que fútbol. A excepción de breves momentos de lucidez de Isi y el propio Bravo, la Deportiva se llevó el partido a base de una fe y una intensidad descomunal.
Prueba de ello es que el extremo, para llegar al balón que mete a los de Jon Pérez Bolo en la carrera por el ascenso, fue más allá de sus límites y tuvo que retirarse lesionado.
Porque para triunfar hay que sufrir y el del ex del Adarve no fue el único contratiempo físico de la Ponferradina, que también se dejó por el camino a Óscar Sielva, pero consiguió, tras dos años y medio muy amargos, que la ciudad sueñe con volver a saborear la división de plata.
Inicio titubeante
Con el permiso de Yuri, que tras mes y medio en el dique seco se quedó en el banquillo, Bolo evitó experimentos y apostó por el equipo de gala, un once que El Toralín ya recita de memoria y que quería añadir al líder a su lista de ‘víctimas’.
Pero los madrileños no llegaron al Bierzo de vacaciones. Pese a tener la primera plaza prácticamente asegurada e incluso margen para un tropiezo, los de Mere, conscientes de las habituales carambolas y campanadas que acostumbran a darse en una última jornada, saltaron al césped dispuestos a demostrar desde el primer minuto por qué habían sido los más regulares de un Grupo I plagado de ‘cocos’ y zanjar cualquier atisbo de sorpresa.
Una de las razones es una solidez a prueba de bombas. En un estadio con ambiente de ‘playoff’ y con una de las mejores entradas que se recuerdan, el Fuenlabrada no se arrugó y logró amansar a una Deportiva que comenzó el choque con la intención de asfixiar a los visitantes, pero se diluyó rápidamente.
No fue el inicio soñado. Pese a una buena combinación de Son y Kaxe que terminaba con el delantero a punto de quedarse mano a mano con Biel Ribas y los dos saques de esquinacon los que arrancaba el choque, la primera mitad fue un quiero y no puedo.
De hecho, las mejores ocasiones fueron para los visitantes, muy cómodos saliendo al contragolpe aprovechando los espacios en defensa de los blanquiazules, que pese a acumular hombre en ataque, solo lograron inquietar a los madrileños con un tímido disparo de Isi desde fuera del área.
Bastante más serios fueron los avisos de los madrileños. La potencia de Jeisson y Randy causó más de un quebradero de cabeza a la zaga berciana y Manu García tuvo que ponerse la capa de superhéroe –lleva varias semanas siendo ‘súpermanu’– para sacarle un mano a mano a Hugo Fraile que hubiera puesto el choque muy cuesta arriba.
Y es que más allá del dominio de la escuadra Fuenlabrada, la peor noticia del primer acto fue la lesión de Sielva, el timón de un equipo que por momentos pareció navegar sin rumbo.
Si bien es cierto que los casi 30 grados que se rozaron en la capital berciana convertían el choque en casi un suplicio, el termómetro era el mismo para los fuenlabreños, que por momentos fueron un paso por delante.
Incluso la afición parecía contagiada del letargo de los blanquiazules. Parecía. El inicio de la segunda mitad heredó el guion de la primera, pero con el paso de los minutos la Deportiva empezó a carburar y las más de 8.000 almas que abarrotaron el feudo berciano hicieron vibrar El Toralín hasta los cimientos.
Saúl rozó el tanto con un remate de cabeza en una falta lateral que dio paso a los mejores minutos de los locales. Isi entró en escena y la Ponferradina fue comiendo terreno a los visitantes hasta que Bravo desató la locura.
El ex del Adarve fue con todo a por un pase de la muerte de Son e hizo justicia a la mejoría de los blanquiazules, que supieron jugar con el resultado en los últimos minutos y amarrar tres puntos vitales.