La semana pasada -mientras el coronavirus avanzaba sigilosamente por toda la faz del planeta, sin distinguir fronteras, autonomías, capitales, metrópolis o colonias, tratando a todos por igual con desdén y poderío-, la capital del Bierzo amaneció envuelta en una espesa niebla naranja, fruto de una mezcla accidental de ácido sulfúrico y ácido nítrico en un tanque de aceros Roldán.
La densa nube tóxica causó la inmediata alarma del vecindario y de toda la ciudad, y el escape requirió la intervención ―rápida y eficaz― de los Bomberos de Ponferrada que vaciaron más de 7.000 litros del tanque. Hasta aquí un suceso concreto, preocupante, del que las autoridades competentes deberán exigir cada responsabilidad; pero ese no es el asunto sobre el que quiero reflexionar con ustedes, los amables lectores y lectoras de La Nueva Crónica que se asoman conmigo cada lunes a este balcón verde.
El escape de toneladas de ácidos en plena ciudad de Ponferrada debe hacernos reflexionar sobre qué hacer con Roldán, como antes alguien pensó -no en El Bierzo; tal vez en la sede de ENEL en Roma- qué hacer con Compostilla; como ahora muchos pensamos qué hacer con Cementos Cosmos y Forestalia; y como dentro de poco tiempo tendremos que decidir qué hacer con la mina de plomo, cinc, plata y caliza que otra multinacional, Gold-Quest Mining, proyecta entre Carracedelo, Carucedo, Borrenes, Toral de los Vados y Sobrado, cinco municipios de la comarca a los que vaticino un futuro cojonudo.
La pregunta es ¿qué hacer con las industrias insanas y peligrosas instaladas en nuestra comarca por multinacionales ajenas al Bierzo y cuyos beneficios se llevan fuera? Quizás sea una buena pregunta para la Mesa por el Futuro del Bierzo.
Lo que hace cien años parecía una buena idea, en 2020 debe ser revisado sí o sí en el marco de la transición ecológica. Montar una cementera clásica en Toral de los Vados a comienzos del siglo XX, una central térmica en Cubillos en los años 40, o una acería en Ponferrada en 1957, quizás fueron buenas ideas entonces. Y aún así, debemos aceptar su herencia ecológica a título de inventario, pues están por hacer las cuentas, deben aflorar los costes ocultos (laborales, sociales y sanitarios) pagados por la sociedad berciana y española; y ver el resultado final: ya les digo que a la vista del desastre de paro y miseria que esas multinacionales ajenas al Bierzo nos han dejado, tras cuarenta años de explotación tercermundista, el balance pinta mal. Estamos en números rojos.
Lo ocurrido en El Bierzo no es una excepción: conozco de cerca el caso de Celulosas de Pontevedra; y la reinvención del nuevo Bilbao podría ser el ejemplo contrario. Muchas empresas inadecuadas quedaron atrapadas en una malla urbana que fue creciendo a su alrededor. Hace sesenta años, Santo Tomás de las Ollas -una de las primeras iglesias mozárabes del noroeste- era el extrarradio de Ponferrada: los de la calle Ancha no iban allí ni a pañar moras. Hoy es un barrio más de la ciudad. ¿Un barrio con una acería por la que diariamente circulan cisternas con ácido nítrico y ácido sulfúrico?
¿Qué hubiera ocurrido si el lunes 9 de marzo el viento hubiera arrastrado los gases tóxicos hacia el centro de la ciudad? Pepe Álvarez de Paz, que estaba paseando con Bull por las laderas de Santo Tomás de las Ollas, como de costumbre, y otras personas con sus mascotas, fueron los primeros en sufrir el impacto. Esta vez hubo suerte y la nube voló hacia la estratosfera, como dijo el Gran Visir de Fomento, pero «¿y si el viento hubiera arrastrado la nube hacia la ciudad? ¿Y si el tanque hubiera volcado? ¿Habría sido suficiente la arena, las piedras y el carbonato cálcico preparado a toda prisa? La salud de los ciudadanos no puede depender de la casualidad», en palabras de Violeta R. Oria.
Vuelvo a formular la cuestión: ¿Qué hacemos con Roldán y con todas las empresas mal instaladas cerca de cascos urbanos, poblaciones o cultivos? No hay que ser especialista para saber que hoy Acerinox no obtendría permiso para montar una acería en el casco urbano de Ponferrada ni sobornando a media consejería.
Estas multinacionales -la italiana ENEL, Acerinox (capital japonés, Banca March y Koplovitz), la brasileña Votorantim; el capital chino de GEDI en Forestalia; o la canadiense Gold-Quest Mining- retuercen las leyes a su antojo para exprimir lo mejor de nuestra tierra (el agua de nuestros ríos embalsada en Bárcena, los bosques, el aire que respiramos) y nos van dejando a cambio un reguero de vertidos, nubes tóxicas anaranjadas o negras, canteras y minas a cielo abierto sangrando sobre el paisaje y un resultado final de pobreza que está a la vista de todos. ¿Qué parte de los 285 millones/€ de beneficio declarado por Acerinox en 2018 corresponde al Bierzo?
Le sugiero una tarea prioritaria a la Mesa por el Futuro del Bierzo y/o de León: erradicar del Bierzo toda esta industria pesada y peligrosa, ubicada en los lugares más inadecuados, con absoluto desprecio a la ordenación del territorio y a la salud ciudadana, y sustituirla por nuevas actividades verdes, sostenibles, limpias, como la agricultura ecológica. Esto sí que sería empezar a hablar en serio de transición ecológica.
¿Qué hacemos con Aceros Roldán?
[Opinión] "Esta vez hubo suerte y la nube voló hasta la estratosfera, pero ¿y si el viento la hubiera arrastrado hacia la ciudad?"
16/03/2020
Actualizado a
16/03/2020
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