Prácticamente todo lo que dibujó con palabras fueron imágenes, ingeniosas imágenes que, al revés que los surrealistas, transformaron lo cotidiano en insólito. Al igual que ellos usaba la metodología del encuentro inesperado de un paraguas con una máquina de coser en una mesa de autopsias. Esas mezclas espontáneas guiadas por una fina sensibilidad pasaban en su mente un poco después de grabarse los objetos en su retina. Las greguerías eran retinianas, duran lo mismo que las imágenes en la membrana visual, unos instantes; si las pasamos ante los ojos a una cadencia de 24 por segundo, como en el cine, tenemos vivo el mundo ramoniano, carente de ideas pero millonario de imágenes nuevas.

Lo bueno de este volumen es que, como todo lo de Ramón, se puede abrir por cualquier sitio y disfrutar, aunque está estructurado en cuatro partes que van desde el optimismo vitalista hasta al alma de los objetos y la perspectiva de la muerte. Se han escogido pequeñas prosas y greguerías de diversos libros pertenecientes al periodo comprendido entre 1917 y 1956.
Hacer un libro de Gómez de la Serna en torno a los objetos es, en realidad, querer abordarle casi al completo, porque si consideramos las greguerías y 'El Rastro' sus obras cimeras vemos que ambas se cristalizan precisamente a través de ellos. Lo que hace el autor es algo más que darles una patada para que se muevan, como bien queda patente al leer este libro, les dota no sólo de cualidades inéditas sino que los anima, les da alma. Zapatos, violines, barajas de naipes, plumeros, faroles, hornacinas, raquetas, corbatas, escaleras, brújulas, cinturones, gafas, relojes, campanas, calcetines… aparecen tristes, soñando, viudos, guardando recuerdos, ahogados, sonriendo, pervirtiendo, llorando… siempre asociados líricamente a algo que trasciende lo real pero algo que reconocemos. "Entre el espejo y la madera de la puerta del armario de luna está el testamento de la vida". "El milagro del mármol se revela cuando aparecen los senos de la estatua".
Esta indeterminación respecto a la figura Gómez de la Serna es posible que se deba a lo que dice Umbral en su magnífico 'Ramón y las vanguardias', a que introduzca en la letras algo insólito: "La sensación, la revelación de que la literatura podía haber sido otra cosa, y no necesariamente el documento de que el hombre es desgraciado. Raro en la literatura europea y único en la española ese momento en que la literatura coincidió milagrosamente con la felicidad".
Por Bruno Marcos