Dos años después de su fulgurante debut en el mundo editorial con ‘Operación Fuego Mágico’ (megustaescribir.com, 2016), Rubén García Robles, militar de profesión y escritor por vocación, vuelve a sorprendernos con una segunda novela, ‘La sombra que amó Bram’ (Eolas ediciones, 2018), que este jueves se presenta a las 20:00 horas en el Nuevo Recreo Industrial con la presencia del autor, que estará acompañado por el editor Héctor Escobar. ‘La sombra que amó Bram’ es una ficción histórica en la que, en clave de aventuras, se recorren algunos episodios de la vida de Bram Stoker con los que el genial escritor irlandés fue construyendo su mejor obra literaria, ‘Drácula’, abordando el autor leonés temas como el nacionalismo, la prostitución, los refugiados, la violencia de género, la homofobia y el terrorismo a través de los ambientes lúgubres y decadentes de una ciudad finisecular y decimonónica en la que el crimen, la prostitución, el hambre y las desigualdades gobiernan la vida de los habitantes del Imperio británico y su siglo.
– Recientemente saltaba la noticia del descubrimiento en la Biblioteca de Londres de algo más de una veintena de libros que Bram Stoker habría utilizado para la construcción de su obra magna, ‘Drácula’, libros que incluso contenían anotaciones en sus páginas por parte del escritor irlandés. ¿Ese hallazgo desmonta de algún modo algunas de las teorías que usted maneja en su publicación?
– En absoluto. Todo lo contrario, lo ratifica y viene a decir que no andaba para nada desencaminado. He leído algunos de esos libros. De los 26 libros que se dice que Bram Stoker utilizó para la escritura de ‘Drácula’, yo he leído aproximadamente un tercio. Desde ‘The land beyond the forest’ , de Emily Gerard, que está dedicado a Transilvania, hasta ‘An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia’, de William Wilkinson, un cónsul británico en Bucarest que en 1920 publica una serie de curiosidades sobre Valaquia y Moldavia en las que se hace eco de Vlad Drăculea, el personaje histórico del segundo tercio del siglo XV. Ese libro Bram Stoker lo descubre en una biblioteca de Whitby, el lugar donde solía ir a veranear entre 1890 y 1896.Ese y otros descubrimientos ratifican que he utilizado las mismas fuentes que Stoker utilizó.
– ¿No existe una cierta sombra de sospecha en el hecho de que Bram Stoker nunca haya publicado una obra a la altura de ‘Drácula’, que ni antes ni después fuera considerado un gran novelista a excepción de este clásico de la literatura de terror?– Recibió ayuda, sin duda alguna, y dejó todo su ser en un texto pensado para que fuera una obra de teatro que interpretara Henry Irving, quien fue su jefe, director y actor de la compañía del Teatro Lyceum en Waterloo Street (Londres). Estoy convencido de que Stoker estuvo aconsejado por el escritor de éxito de la época Thomas Hall Caine y de ahí la dedicatoria «A mi querido amigo Hommy-Beg». Por eso fue capaz de poner ahí todo su ser, toda la tradición literaria acumulada, toda la tradición folclórica adquirida a través de los relatos que le contaba su abuela y mezclarlo con esos conocimientos de historia que le proporcionó su propia curiosidad, los libros, el profesor húngaro Ármin Vámbery, que es también el que le habla sobre Drácula, el que le habla sobre los ‘strigoy’ y sobre esa tradición del Este de Europa en la que era posible regresar del inframundo, cuando en realidad eran las cualidades del terreno de ese territorio que hacía que se conservaran los cadáveres. – También establece un vínculo con el ‘Hamlet’ de William Shakespeare. – Sin duda, porque Henry Irving era el mejor actor de las obras de Shakespeare en la época victoriana. Bram Stoker tenía su palco junto al resto de los componentes de la compañía del Teatro Lyceum. Él veía las obras y sin duda le marcó esos cuatro versos de Hamlet cuando está con la calavera de Yorick en el cementerio, todo rodeado de tumbas, en los que habla de que sería capaz de beber sangre caliente, que después veremos en la tradición literaria española con ‘Las noches lúgubres’ de José Cadalso y por supuesto en ‘Don Juan Tenorio’, de José Zorrilla, aspecto este que también se encuentra reflejado en ‘Elegía a Ramón Sijé’, de Miguel Hernández.– Quien haya leído ‘Operación Fuego Mágico’ puede verse sorprendido por una obra como ‘La sombra que amó Bram’. Ambas han salido del mismo autor, pero en realidad ¿qué tienen en común y qué las separan? – Tienen en común el amor hacia la Historia y el hecho de que me gusta compartir con el lector la visión de una época. Del historiador hay ese gusto por tratar de destripar al máximo ese momento histórico, apoyándome en rigurosos estudios, ensayos y demás, como en el caso de ‘Operación Fuego Mágico’ con Ángel Viñas. En ‘La sombra que amó Bram’ he utilizado libros que hablan del Londres de la época victoriana, de cómo era una casa, de las características de la niebla, del hollín, entrando un poco en el detalle. – En ese sentido es una novela muy visual, sus descripciones son muy precisas. ¿Le ha resultado ese aspecto más complicado que armar una trama o describir a los personajes? – La trama casi se fue armando sola porque cuando leía libros sobre la homosexualidad y demás encontraba que en Cleveland Street había un prostíbulo y era costumbre el chantaje, porque los hombres de la época también escribían cartas de amor –como se ha descubierto ahora en el caso de Goya– a hombres de distinta clase social que después trataban de chantajear a los más pudientes. – La novela también parece sugerir una relación sentimental entre Bram Stoker y Thomas Hall Cane. – Así es, hay una historia de amor. El homoretismo existía en aquella época y era aceptado. La homosexualidad era aceptada durante la época de la universidad, pero luego se esperaba del hombre, llegado el periodo de madurez, que formara una familia y consiguiera la estabilidad junto a una mujer. Por eso era mal visto, como quedó demostrado en el caso de Oscar Wilde, con el que Bram Stoker mantenía una relación de amistad a pesar de cortejar ambos a la misma mujer, Florence Balcombe, quien al descubrir que Wilde sentía también predilección por los hombres prefirió irse con Stoker, que es un hombre que sentía amor por Henry Irving y por Thomas Hall Caine. – El historiador está muy presente en ‘Operación Fuego Mágico’ y sospecho que el literato emerge con fuerza en el caso de ‘La sombra que amó Bram’. ¿Estoy en lo cierto?
– Sí, he leído libros sobre cómo escribir mejor porque creo que esto se consigue a través de técnica. He estado a punto de darle la novela a un corrector de estilo para que corrigiera todos esos aspectos más relacionados con la literatura, pero al final me he dejado llevar por mis gustos literarios y quiero pensar que ‘La sombra que amó Bram’ es una novela más literaria de lo que ha sido ‘Operación Fuego Mágico’.
– ¿Cómo se llega a empapar uno de toda esa época, supongo que la lectura de libros no es suficiente y que hay que recurrir al cine o la propia experiencia personal visitando aquellos lugares que se describen con tanta precisión en la novela?
– Viajé con mi mujer a Londres buscando libros e incluso nos alojamos en Whitechapel en el rincón más oscuro y que fue escenario de algunos de los asesinatos de Jack el destripador. Te aseguro que hay algunos rincones que todavía hoy producen escalofríos. El cine también me ha ayudado y en ese sentido la versión que hizo Coppola de ‘Drácula’ en 1992 me parece modélica por su fidelidad a los textos literarios. También he visto un par de veces ‘Desde el infierno’, la película de Johnny Depp, sobre todo para el personaje de Abberlane, con el que me he identificado porque Frederick Abberline es el inspector de Scotland Yard que lleva a cabo las investigaciones. Lo escogieron porque además había estado infiltrado en Whitechapel entre los nacionalistas irlandeses, lo cual también me ayudó a pensar que estaba en la línea correcta al decir que Jack el destripador era un ‘fenian’. Cuando lo descubrió había otros intereses, que eran acallar la voz del pueblo y evitar el estallido del polvorín social que era Whitechapel, lleno de refugiados políticos, como Karl Marx, que escribe el ‘Manifiesto del comunismo’ en 1848 apoyado por Engels. Pero encontramos también a otro refugiado político, en este caso leonés, como es el relojero Losada, aunque ya con otro nivel económico, que trabaja en Oxford Street para la aristocracia de la época.
– ¿En su caso cómo es el proceso creativo hasta llegar al resultado final de la edición de una novela?
– Yo he tenido unos gustos y unas aficiones a lo largo de los estudios universitarios que me han llevado a reunir un conjunto de libros que he ido adquiriendo a lo largo del tiempo. Tengo distribuida la biblioteca por temas. Lo primero que hago es estudiar en profundidad la época en la que transcurre la historia que pretendo contar. Acumulo lecturas, acumulo notas, y ya voy sobre la vida montando una ficción, que en el caso del nuevo proyecto en el que me encuentro inmerso actualmente va a ser sobre Veermer de Delft relacionado con el pulimento de lentes y sobre cómo se apoya en el estudio de la óptica para llegar a pintar cuadros que son realmente como si fueran fotografías. Y es gracias a ese estudio científico que realizó sobre el comportamiento de la luz sobre los objetos y también a la ayuda de un artilugio, la cámara oscura, que consiguió de manos –y eso entra dentro del terreno de la ficción– de Anthony van Leeuwenhoek, que era pañero, y los pañeros para saber la calidad de los tejidos -la mayor calidad eran 16 hilos por pulgada– necesitaban lentes. Entonces este hombre empezó a pulir lentes y adquirió tal pericia que llegó a construir una gran cantidad de microscopios que envió incluso a la Royal Society británica y le obsequiaron por ello con una medalla de bronce en reconocimiento a su labor.
– ¿Cuánto tiempo puede durar ese tiempo de investigación de la época y de qué manera va integrando la ficción en los aspectos históricos?
– Alrededor de año y medio, aunque voy acumulando datos a la vez que escribo algún capítulo. Por lo que se refiere a la ficción recurro al dicho de que donde no llega la historia llega la imaginación. A ese espacio donde no llega la historia, donde falta el dato y demás, llega la imaginación. No obstante, en mis novelas existe un 20% de ficción y el resto corresponde al dato, a los libros y a lo que voy encontrado. Las escenas aparecen ambientadas con elementos que son reales.
– En el caso de su nueva novela sobre el autor de ‘La joven de la perla’, ¿ya tiene claro lo que quiere contar?
– Sí, claro. Entre otros aspectos abordará el enamoramiento de Veermer de su esposa Catharina Bolnes, pues ella era católica y él protestante en una época en que hay una lucha entre las provincias unidas del norte capitaneadas por Guillermo de Orange y España por conseguir la independencia. Ese enamoramiento entre una católica y un protestante va a ser el detonante para que Veermer, de alguna manera, se interese por la luz porque para él va a ser una iluminación. Incluso tienen que superar la negativa de la madre de Catharina Bolnes (Maria Thins, una mujer ultracatólica y divorciada) al matrimonio huyendo y viviendo amancebados en una localidad cercana a Veermer de Delft para que tuviera que aceptar esa relación porque era una relación de hecho y consumada.
Rubén García Robles: "Me gusta compartir con el lector la visión de una época"
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20/12/2018
Actualizado a
15/09/2019
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