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Salimos más fanáticos

04/06/2020
 Actualizado a 04/06/2020
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No sé si de la pandemia ‘Salimos más fuertes’, como reza el lema de la nueva campaña del Gobierno, pero de lo que estoy seguro es de que ‘Salimos más fanáticos’. Mientras la curva de fallecidos no paraba se subir, algunas voces afirmaban, o más bien deseaban, que de esta situación tan excepcional saldríamos reforzados tanto como sociedad como a nivel individual. Es más, no son pocas las firmas comerciales que han ideado sus campañas publicitarias en esta misma línea, destacando que ahora valoramos más las ‘pequeñas’ cosas a las que antes no dábamos importancia. Pero sintiéndolo mucho, a mi parecer todo esto es puro marketing vacío de contenido real. Tanto lo de ‘Salimos más fuertes’, como lo de que ahora vamos a dar valor a las cosas que realmente lo tienen.

Fundamento esta afirmación deteniendo mi atención en dos escenarios, por llamarlos de alguna manera. En el circo romano en el que se convierte cualquier espacio habitado por un político y en la gallera más ruin, encarnizada e ignorante de las redes sociales. Ambos lugares comparten un mismo defecto, están llenos de fanáticos. Al ser vasos comunicantes entre ellos se retroalimentan continuamente y lo peor es que la vacuna contra el fanatismo es más difícil de encontrar que la de la Covid-19.

Ya sabíamos que de unos años para acá la política patria se estaba convirtiendo en un circo romano, pero ojo, en su vertiente más rastrera e inhumana. Olvídense de las imágenes de valentía y honor de los gladiadores que en tantas películas hemos visto. Ojalá fuera eso, pero no, lo que vemos son leones, tigres, osos, jabalíes y toros enzarzándose en escaramuzas que sólo buscan el aplauso fácil de sus seguidores, que tanto desde las bancadas físicas como desde las virtuales de Internet les vitorean al mismo tiempo que insultan a sus rivales expulsando por sus bocas espuma llena de odio y rencor. Hay que reconocer que de vez en cuando se vislumbra la presencia de algún gladiador o gladiadora, pero son los menos, y además sus palabras quedan tapadas por la algarabía provocada por los otros.

Pero lo que más me preocupa y más incredulidad me provoca, no son esos animales políticos, que por instinto sólo buscan su propia supervivencia aunque sea a costa de la ciudadanía, sino cómo precisamente gran parte de ese populacho se ha fanatizado, convirtiéndose en ocasiones en personas totalmente extrañas para un servidor. Y en este punto no hay diferencias por estrato social, económico o ideológico. En ocasiones tengo que releer por ejemplo ciertos comentarios en las redes, de personas anónimas y también conocidas de diferentes ámbitos, porque me parece increíble cómo justifican y defienden ciertas acciones de nuestros políticos, y que si fuéramos honrados serían suficientes para inhabilitarles de por vida a ejercer cualquier función pública. Pero hemos llegado al punto en que vale todo, con tal de aniquilar al de enfrente, aunque ello conlleve dinamitar cualquier atisbo de decencia y coherencia.

Y lo que más me entristece es que personas, que por su posición o trayectoria en diversos ámbitos, incluido el periodístico, deberían aportar algo de luz y de visión crítica, también han sido infectados del virus del fanatismo y sólo comparten en sus perfiles noticias que enseñan las miserias de los que consideran los enemigos públicos número uno, mientras que esquivan e ignoran las que demuestran la incompetencia de los que creen dioses encarnados en humanos y que han llegado a nuestro país para salvarnos. ¿Qué harían y dirían esas personas si las posiciones que ocupan unos y otros en el circo romano de la política fueran diferentes? ¿Mantendrían las mismas críticas y justificaciones de una manera tan rotunda y sin fisuras como están haciendo ahora? ¿Seguirían manteniendo los mismos criterios para calificar a ciertos políticos de patriotas o de traidores? Lamentablemente, me temo que no. Así que por desgracia y sintiéndolo mucho, de esta crisis ‘Salimos siendo fanáticos más fuertes’.
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