Tres décadas después, el autor y la obra se reencuentran cara a cara. El paso más impactante de León por su fealdad objetiva y el escultor más afamado de la provincia. «Lo hice feo con intención, pensando en que sea insultado al verlo», señala Amancio González (Villahibiera de Rueda, León, 1965) mirando de cerca su creación 30 años después, ubicada ya desde el pasado mes de noviembre en el Museo Diocesano y de Semana Santa, tras toda una vida de ostracismo –tapado con telas y desmontada la cruz– en el Mercado de Ganados municipal, donde se guardan la mayoría de tronos de Semana Santa.
«No le quise dar ninguna concesión a la belleza por el título, de Cristo de las Injurias. Es un personaje al que te apetece insultar, porque el rostro no te invita a otra cosa. Es un rostro marcado por el dolor, el sufrimiento y yo creo también que por la fealdad, porque hay deformaciones en el rostro. Esa era la razón por la que partí a hacer una figura así», argumenta Amancio para explicar una de las obras más incomprendidas por los papones leoneses, incluso por algunos de los propios hermanos de la Cofradía del Desenclavo a la cual pertenece y con la que hoy volverá a salir a la calle como cada Jueves Santo en la procesión de las Tinieblas y del Santo Cristo de las Injurias.
"Es un Cristo masacrado, magullado, que es tal y como quedaría un ser humano tras una paliza"
El Cristo de Amancio tiene también muchos defensores, por su personalidad, atrevimiento y originalidad respecto a otros pasos de Cristo que buscan más la estética. «De lo feo que es, les gusta, y a los que no les gusta nada, pues está dentro de la intencionalidad con la que fue», argumenta el escultor.
«Aquí de cerca está mejor, luego cuando lo procesionan no me gusta la iluminación que le ponen, me parece tétrica y apenas se le ve la cara, y el trono se quedó un poco pequeño», señala, delante del director artístico del Desenclavo y director del Museo, Alejandro Grande. «Tomamos nota», responde. Sí está más satisfecho Amancio con el cambio de vestimenta a la túnica de lino, con la que procesiona ya desde hace unos años dejando atrás aquella túnica púrpura, porque se parece más a «lo que ya pensamos Manolo y yo, con una tela de saco, lo más simple posible».

Manuel García Díaz,Manolo, es uno de los fundadores del Desenclavo y fue el primer hermano de la cofradía, en 1992 y 1993. Fue dos años más tarde cuando encargó un paso de Nazareno al escultor leonés, fruto de una casualidad, porque «vi una talla en madera en el entonces bar Cordero en la zona del Cid y el dueño nos puso en contacto con Amancio». El leonés de Villahibiera era por aquel entonces ferroviario y no había realizado más que un puñado de obras, en madera, el material que por entonces trabajaba.
«Llegué a un acuerdo con él y le di total libertad», explica Manolo. «En su día, el historiador del arte Fernando Llamazares ya calificó a la talla como expresionista y así es como la considero yo», añade, a la hora de explicar que es un Cristo «masacrado, con el torso magullado y sin concesión ninguna a la hermosura o a la suavización de las facciones. Es tal y como quedaría un ser humano tras una paliza».
Añade Amancio que «la gente tiene poca empatía con elCristo, pero es que aquí estamos viendo a un personaje malo de las películas, no se puede comparar con otros». El de las Injurias es un paso diseñado para una procesión «un poco tenebrista, con las Tinieblas, el Desagravio, el Enclavamiento...».
Tallado en madera de negrillo
El Cristo fue tallado en madera de negrillo en Talavera de la Reina. «Es una de mis primeras esculturas y de hecho fue mi primer encargo. De aquella la cofradía estaba empezando y mi idea era que el Desenclavo tuviera un paso que tuviera una identidad», comenta Amancio, que no para de mirar el Cristo por delante, por detrás, por un lado. «Yo estoy muy orgulloso, verlo aquí... Es parte de mi historia», apunta.
"Estoy muy orgulloso de verlo aquí en el Museo, de Semana Santa, es parte de mi historia"
Es el Cristo de las Injurias una obra incluso anterior a su primera obra más popular, la vieja Negrilla, que era de hormigón y fue realizada dos años después. Una obra que fue donada íntegramente por Manolo a la cofradía y que costó «alrededor de 300.000 pesetas», unos 1.800 euros de hoy. «Y hoy está valorado en 40.000 euros», añade con orgullo artístico y de padrino el fundador del Desenclavo.
El proceso de creación de la imagen que hoy vuelve a la calle fue una ardua labor «de tallado en un tronco de negrillo, devastación y policromía que llevó tiempo», sobre todo, la parte de las manos que están hechas de una pieza con el travesaño corto de la cruz, que era «una viga de una bodega de vino».
Cuenta Amancio González que para preparar el proyecto comenzó a leer algo de la Semana Santa castellana y vio que se diferenciaba de la andaluza porque aquí la tradición era «mostrar el dolor despiadado, llamar a la piedad de la gente con el dolor, sin condiciones a la belleza». Un Cristo de las Injurias, en definitiva, que mantiene la tradición estética de la Semana Santa leonesa para dar un paso más allá y darle un enfoque atrevido y humanamente desgarrador.
«Se quejaban de que pesaba mucho», porque no deja de ser un tronco de negrillo al fin y al cabo, consolidado por una estructura de hierro que une las manos, los pies y la cabeza. Alrededor de 60 personas pujan el paso, de cinco varas, cada noche del Jueves Santo.
No habrá más Amancio cofrade
Preguntado por su predisposición a seguir aumentado el patrimonio de la Semana Santa de León, Amancio rechaza trabajar de nuevo con alguna cofradía, si llegara el caso de una posible oferta o encargo. «Se me quitaron las ganas, porque hay muchos intereses en la Semana Santa y muy poca libertad creativa», señala, aunque no fuera así con el Desenclavo, sino por lo que ha hablado con sus compañeros de profesión.
Por ejemplo, relata que en Zamora, «Ricardo Flecha se atrevió a hacer un tipo de iconografía imaginera que conectaba con la tradición y, sin embargo, chocó con el criterio actual, que está más cercano al andaluz, a la belleza, a la exaltación de la musculatura. Y los sufrientes, los feos, en este tiempo no encajan», afirma el leonés, antes de concluir que por eso «la mayoría de cofradías encargan sus pasos a murcianos y a andaluces, porque quieren ser como ellos, en lugar de dar más oportunidades a escultores locales», representados hoy principalmente por él, Manuel López Becker y Melchor Gutiérrez.