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Sobre críticas y halagos

05/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Siempre se ha dicho que ‘en mi querida España, esta España mía, esta España nuestra’ la envidia es el deporte nacional, aunque algunos apuntan que quizás la crítica, entendida en su versión más rastrera e iracunda, puede codearse con la envidia en el cajón más alto del podio de las miserias que caracterizan a este pedazo de tierra, al que la cantautora Cecilia le dedicó una canción hace más de cuarenta años. No obstante, los que defienden una u otra teoría son conscientes de que ambas, envidia y crítica, se retroalimentan entre ellas y en muchas ocasiones se entrelazan de tal manera que es difícil saber cuál de ellas parió a la otra.

Me van a permitir que tras un mes en el que han descansando de mí, aunque no existiera prescripción médica que así lo recomendara, la actriz principal de mi primera actuación postveraniega sea la crítica en todas sus vertientes. En honor a la verdad, si es que ésta existe realmente, hay que reconocer que ciertas críticas han servido y servirán para mejorar nuestra sociedad y convertirnos en lo que hoy somos. Una crítica constructiva a tiempo es lo mejor que le puede ocurrir al receptor de ésta, aunque el problema es que no todas las personas están capacitadas y tienen el poso moral y ético para emitir una crítica que tenga como objetivo ayudar a remodelar una actitud o idea para que ésta sea más beneficiosa para quien la escucha. Pero la protagonista de hoy pretendo que sea la hermana bastarda de ésta. Aquella crítica que sólo busca la destrucción masiva del otro, manipulando los hechos y construyendo mentiras para justificar esa reacción barriobajera, mezquina y pestilente, provocada en no pocas ocasiones precisamente por una dosis de envidia que supera los límites razonables.

Por suerte, diferenciar una de otra es relativamente sencillo tanto por el tono como por el histórico de las personas, personajes, personajillos y frikis que las pronuncian o vomitan, según el caso. Aún así el problema es que no todas las personas son capaces de encajar aquellas críticas fundamentadas en la mentira, precisamente por eso, por no corresponder a la verdad. Este es el peligro y precisamente lo que buscan aquellos que movidos por la envidia o por algunos de los otros seis pecados capitales, pretenden mandar a la lona del cuadrilátero, en la que en ocasiones se convierte la vida, a aquel que no piensa como él o que le supera en prestigio o en otras cualidades personales o profesionales.

La vacuna o el antídoto, llámenlo como quieran, para esquivar esos viles golpes no es otro que esbozar una sonrisa, dedicar unos pocos segundos a recordar la hoja de servicios de quien ha lanzado dicho exabrupto y, por último, sentirte afortunado por ser su objetivo, ya que hay algunas críticas que tienen más valor que un millón de halagos. Y me explico. Los aplausos y piropos sirven para recargar la batería de la autoestima y proporcionarte dosis extras de energía para seguir dando pasos firmes hasta conseguir los objetivos que persigues, pero estos deben ponerse en cuarentena y ser lo suficientemente sincero con uno mismo para restar importancia a aquellos que tienen su origen en lazos de amistad o en intereses económicos o de otro tipo, evitando así un dopaje en halagos.

Pero es que a la hora de asumir y asimilar las críticas también es aconsejable hacer un cribado. Las constructivas deben servirnos para introducir mejoras en nuestro motor personal, ya que nos pueden ayudar a cambiar algunas piezas de sitio o implementar otras nuevas. Gracias a ellas conseguiremos una mejora en nuestro rendimiento y por lo tanto deben entenderse como algo totalmente positivo, aunque quizás en alguna ocasión tardemos en darnos cuenta de ello. Sin embargo, ante los otros vituperios, los que nacen de los celos, del rencor y de la ignorancia, debemos hacer precisamente lo contrario, ya que estos nos tienen que servir para reafirmarnos en nuestras ideas. No hay mejor demostración de que estás haciendo lo correcto y has elegido el camino adecuado que cuando ciertas personas o colectivos te ponen en su punto de mira. Es más, soy de los que defiendo que debemos dar más valor a este tipo de críticas que a cientos de halagos. Estaríamos ciegos si no viéramos como un premio que ante una acción nuestra, aún sin pretenderlo, se revuelvan algunos buitres carroñeros de diverso pelaje. Eso significa que tu tiro ha sido certero y has dado en el centro de la diana. ¿Existe un mayor reconocimiento que éste? A mí personalmente no me lo parece.

Por esta razón, creo que en el currículum de cada uno debería añadirse un apartado para incluir este tipo de críticas y el emisor o los emisores que te las han regalado, ya que no hay mejor carta de recomendación que ser objeto de este tipo de ataques. Y ya están tardando los desarrolladores de Linkedin, Facebook y demás redes sociales en incorporar junto a los apartados de experiencia, aptitudes y recomendaciones otro bajo el nombre de críticas recibidas.
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