No nos engañemos, nuestro pasado, presente y futuro, tanto individual como colectivo, ha estado, está y estará regido por los números. Pero no nos equivoquemos, este axioma no es sinónimo del aburrimiento que erróneamente vinculamos habitualmente con las matemáticas. La dictadura de los dígitos nos regala, más veces de las deseadas, situaciones paradójicas y juegos de efectos que en nada tienen que envidiar al mejor espectáculo de ilusionismo. Pero cuando se baja el telón y echamos los arrestos para enfrentarnos a nosotros mismos y reflexionamos sobre cómo jugamos con los números a nuestro antojo y según nuestros intereses, es cuando nos enfrentamos a la cruda realidad.
Empezamos nuestro viaje numérico por el 176. Sí, efectivamente, es el número de la llave que buscan incansablemente los inquilinos de la Moncloa para abrir la caja mágica de los presupuestos. Mi tocayo Sánchez no iba a ser una excepción y desde hace ya algún tiempo se puso a jugar con el ábaco del Congreso de los Diputados, consiguiendo finalmente mover las bolas hasta conseguir su objetivo. Pero lo realmente histórico es que lo haya conseguido, supuestamente y según los dueños de las bolas que unidas suman 176, sin tener que pagar ningún peaje. Hace ya décadas que los gobernantes de nuestro país, independientemente de sus siglas, han tenido que extender todo tipo de cheques al portador para conseguir llegar a esa cifra tan deseada. Los más benevolentes lo llamarán negociación política y los más irreverentes se inclinarán por calificarlo como una práctica muy cercana al chantaje. Sólo hay que ir a la hemeroteca para saber qué es lo que esconden los políticos cuando niegan rotundamente algo.
Continuamos con el número 4, que en tierras leonesas se ha recibido como si hubiera sido la terminación del Gordo de la lotería de Navidad. Mañueco, poseído por el espíritu de los niños de San Ildefonso, cantó la fecha en la que nos abren los toriles para salir como bestias indomables a los bares, restaurantes, centros deportivos y comerciales. Crucemos los dedos para que mañana día 4 de diciembre en nuestra impetuosa salida no resbalemos como los morlacos en la curva de la Estafeta en Pamplona. Llevamos semanas centrados en adivinar la fecha en la que nos soltarían un poco la correa, quedando en un segundo o tercer plano la cifra de muertos diarios en nuestra provincia, que roza los 800. Ese número ya no es relevante para la mayoría de la ciudadanía. Será por instinto de supervivencia o por puro egoísmo, pero parece más importante el 4 de mañana que, por ejemplo, los 6 fallecidos en León registrados el día que estoy juntando estas palabras. Si les digo 45.511 alguno podrá pensar que es el número que juego a la lotería, pero no, es la cifra oficial de fallecidos en nuestro país.
Este repaso por algunas de las estadísticas que deberíamos tener siempre presentes no es incompatible con la búsqueda de la solución de los números de diversos sectores como la hostelería, uno de los más perjudicados por la pandemia. Entiendo y comparto sus lamentos y su indignación por la falta de ayudas públicas, sin las cuales están abocados a un desenlace fatal. Pero nosotros, a nivel individual también tenemos mucho que decir, ya que nuestras conductas responsables pueden ayudar a domar la curva de contagiados y fallecidos y así aliviar la presión de ciertas restricciones.
Finalizamos nuestra ruta numérica con el 6, el 10 y algún que otro número cercano, que desde hace días están de moda, ya que lo realmente importante es saber la cantidad de personas que podremos reunirnos en las fechas navideñas. Los miles de muertos y contagiados han dejado de ser noticia y ahora importa más el número de comensales que nos sentaremos en Navidad. Los números no mienten, somos nosotros los que los utilizamos para engañar al resto o a nosotros mismos.
Todo es cuestión de números
03/12/2020
Actualizado a
03/12/2020
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