Está nuestra comarca de destino ubicada al norte de la provincia, en la cabecera del río Sil, en un espacio que, abandonada ya la mina, se caracteriza hoy por el compromiso adquirido por las poblaciones existentes en él para encontrar formas de desarrollo alternativas, especialmente relacionadas con el turismo de naturaleza y activo, respetuosas con el medio ambiente, hasta tal punto que todo este territorio ha adquirido una gran importancia en la conservación del oso pardo y el urogallo, dos especies francamente comprometidas de nuestro país, en especial el urogallo, que se encuentra en un verdadero peligro de extinción.
Son numerosas y muy diversas las propuestas de turismo activo que hoy podemos encontrarnos en la zona, también durante las distintas épocas del año, propuestas que vienen acompañadas de la posibilidad de disfrutar de una magnífica gastronomía. Nos acercaremos hoy a la misma a través de los ojo de una jovencísima escritora de la zona, y dejamos a su curiosidad la posibilidad de buscar otros lugares de los que disfrutar en la misma.
Los jóvenes ojos que nos la descubren

Un rincón inspirador
Aunque nuestra compañera Mercedes Fisteus escribiera para nosotros este acercamiento a un lugar tan especial para ella cuando el verano apenas estaba en sus comienzos, una visita a tierras lacianiegas siempre es recomendable en cualquier época del año. Créanme, lo digo por experiencia propia. Como en la mayoría de nuestras comarcas, el efecto de las estaciones tiene un sobre cada territorio una especial incidencia, capaz de ponernos de manifiesto bellezas diferentes. Ahora solo falta que adapten su visita a su época preferida y la recorran dejándose subyugar por sus diferentes encantos. Esta es la particular visión con que M. Fisteus nos incita a dicho recorrido por su particular rincón.La inspiración en las alturas: Buenverde
Ahora que se acerca el verano, para mí no hay mejor plan que recorrer todo el mapa local de montes, caminos de puentes rotos, molinos, agua brillante, rastros de frutos rojos y banda sonora de píos. Concretamente, yo tengo un sitio al que volver: la braña de Buenverde, en el pueblo de Villager de Laciana. Puede ser perfectamente la más impresionante de toda la zona del Alto Sil, y desde luego, donde mejor se pueden apreciar los comienzos de un pueblo mágico que se asentó entre el viento y la tierra, allí donde ni uno ni otro reinan del todo.En las montañas de León todavía bailan nuestros ancestros, aquellos que testimoniaron su identidad astur a través de construcciones, topónimos celtas y fiestas de solsticio en lo alto de nuestros montes: en las brañas de la cordillera cantábrica, los amplios pastos de verano donde se llevaba al ganado y se celebraban los ritos. No en vano nos han bautizado como «El país de los osos y las brañas». Las brañas se encuentran en los parajes más resguardados de los altos valles de cada localidad. Y es que desde hace milenios, la vida en la comarca ha girado en torno a estos espacios y mucho más tarde, alrededor de la industria minera. La subida es durísima, pero merece toda la pena, y más si uno va acompañado. Pasando por las ruinas de alguna cabana y por medio de un gran abedular, la braña está enclavada en un prado que sirve de mirador hacia las montañas más altas de Laciana y territorios colindantes, como por ejemplo la Tierra de Reyes: Babia. Cuenta con varios senderos alternativos, una fuente de agua fría, un refugio con camas y cocina y una laguna que la hace aún más pintoresca. Llegar allí es superarse a uno mismo y alcanzar la paz que ofrece el reto superado: la quietud del monte, las vistas a tus pies, la melancolía de saber que un sitio así ha visto tanto… y hoy, apenas nada. Pero basta para alejar la mente, calmar el alma y simplemente, ver el aspecto que presenta la vida en montaña, esa que tanto nos inspira a los escritores leoneses. Desde allí todo es, de repente, más simple y más bello. Definitivamente, es una de esas fotografías que uno quiere conservar en la memoria hasta morir. Una canción tradicional clama:
«La Braña de Buenverde, si fuera mía yo le echara un candado de esquina a esquina. Adiós amante, adiós adiós, adiós amante del corazón...»