Una anomalía maravillosa

Bruno Marcos se adentra en la fotografía de Ortiz Echagüe que retrata a una albercana en 1930, que resulta ser la abuela del poeta José Luis Puerto

Bruno Marcos
05/12/2020
 Actualizado a 05/12/2020
Detalle de la fotografía de la abuela del poeta José Luis Puerto retratada en 1930 en La Alberca. | ORTIZ ECHAGÚE
Detalle de la fotografía de la abuela del poeta José Luis Puerto retratada en 1930 en La Alberca. | ORTIZ ECHAGÚE
Ortiz Echagüe fue un pionero de la fotografía, adscrito al pictorialismo recorrió toda España y el norte de África intentando capturar con su cámara muchas de las cosas que iban a desaparecer. Aviador e ingeniero, tuvo una posición privilegiada para asistir a las transformaciones que el progreso y la modernización trajeron en el siglo XX pero, precisamente por eso, también fue testigo de las realidades que se iban al olvido.

Se convirtió en un etnógrafo de imágenes y una excepción en la historia del género. Sus fotografías parecen pintadas, no sólo por el encuadre o la composición sino también por la luz y hasta por la textura; las vemos hoy excesivamente formales para ser documentales. Toda la fotografía posterior iría uniendo la idea de verdad a encuadres casuales, contornos poco definidos o incluso borrosos; estos fueron los garantes de lo documental: instantáneas sacadas a toda prisa, con la urgencia de los hechos y las noticias, a la captura de lo imprevisto.

Tipos humanos, paisajes, pueblos, trajes, religiosidad, castillos… más de veinticinco mil negativos y más de mil originales en carbón fresson que parecen cuadros, o dibujos al carboncillo. Imposible no acordarse con su obra a veces del Greco o de Zurbarán, sin duda su referencia estaba en la Historia del Arte y su mirada en la tierra. Se le asocia a la generación del 98, que efectivamente es la visión estética del oscuro fin de siglo español; los escritores del 98 también bajan la mirada a ras de suelo. El pintor Zuloaga es un caso parecido, una pintura que bebe técnicamente en la tradición, un artista que nunca traspasaría los umbrales de la vanguardia pero que retrató la España negra, es decir la realidad, incluso la fea, con belleza. Se da, pues, en el trabajo de Echagüe una paradoja fotográfica, una excepción a lo que ha sido la norma. Atraído por los temas reales quiso registrarlos exhaustivamente con el rigor de un trabajo de campo y a la vez con un formalismo extremo, fue un documentalista pictórico. Los temas de los demás fotógrafos pictorialistas fueron el desnudo, el bodegón o la alegoría, nunca la realidad.

Me viene a la mente esto al tener entre las manos los dos libros que han aparecido recientemente del poeta José Luis Puerto, la antología ‘Memoria del jardín’ (1977-2018) y ‘Luz de las cordilleras’, edición realizada con motivo de la concesión del Premio Castilla y León de las Letras al conjunto de su obra. Ortiz Echagüe pasó por La Alberca natal de José Luis Puerto en 1930 y de esa fecha es una de las fotografías más conocidas de sus viajes: una mujer ataviada con las típicas ropas de la zona y con esa llamativa cascada de alhajas. Esta mujer era la abuela del poeta. Lo descubro al leer el poema que dedica en su antología a esta imagen. «Toda en tu rostro la semilla (…) oscura materia que en silencio germina (…) ¿Desde dónde nos mira tu quietud? (…) La tristeza que alojas en tus ojos raíces».

En esos versos Puerto es el Ortiz Echagüe de su propia ascendencia, etnógrafo de sí mismo. En realidad, su poesía hace lo mismo que la fotografía de Echagüe: recupera las esencias de lo que el tiempo se lleva, pero no con un lenguaje descriptivo, científico, documental; sino con uno artístico, como este fotógrafo pictorialista, con la belleza de la poesía: algo excepcional: una anomalía maravillosa.
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