UPL

Papelón el que ha hecho la Unión del Pueblo Leonés, ese partido político que pretende capitalizar el sentimiento de desafección de los leoneses hacia una autonomía que les fue impuesta sin que les preguntaran si la querían o no. A ejemplo posiblemente de los nacionalistas catalanes y vascos, que aprovecharon la posición de debilidad de diversos gobiernos españoles para obtener, a cambio desu apoyo en el Congreso, beneficios para sus territorios de acción, los leonesistas de la UPL pretendieron usar su único parlamentario en Valladolid para sacar los mismos réditos económicos pactando con el enemigo, esa Junta castellano-leonesa tan denostada por ellos y por los que no son ellos, pues el sentimiento de desafección hacia su existencia no es exclusivo de los leonesistas. Pero hete aquí que, cuando ya tenían pactado todo, el partido que ha gobernado la Junta desde su constitución con excepción del breve interregno del socialista Demetrio Madrid, el eterno Partido Popular, con el que parecía habían llegado a un acuerdo, les puso los cuernos con otro partido dejándoles tirados en la calle y, lo que es mucho peor, en evidencia ante los leoneses: los mismos que juraban odio eterno a Castilla y León como los cartagineses a los romanos en tiempos de Asdrúbal habían aceptado acostarse con el enemigo a cambio de un precio económico, pues nadie se cree ni en broma que el referéndum para León que los leoneses reclaman desde la creación de la autonomía fuera la compensación al apoyo en las Cortes de Fuensaldaña del Partido Popular, que por primera vez había perdido la mayoría absoluta en la región, lo cual ya tiene mérito, pues en Castilla y León hasta un palo vestido de persona ganaría las elecciones con sólo llevar el anagrama del PP en el pecho.

¿Qué puede hacer ahora la UPL? ¿Esconderse? ¿Disolverse? ¿Quemarse al estilo hindú? Cualquier cosa que haga estará bien hecha, aunque yo les recomiendo, como el centurión de ‘La vida de Brian’ a los condenados a muerte, la crucifixión.