Volver al valle de Gordón, como decía Gardel de su propio lugar de nacimiento, deja «la frente marchita» por lo que pasa en esa zona minera, cada día un poco más ennegrecida por otras cosas que ya no son el carbón: el paro, la despoblación, la tristeza.
Aunque José Manuel Soria acabe de dimitir como ministro de Industria, la culpa de lo ocurrido con las cuencas es múltiple y pluripartidista, aunque nadie la recoja. El canario sin memoria que casi niega conocer a su propio padre offshore, ha sido la primera ¿víctima? de los llamados ‘papeles de Panamá’, esa lista de patriotas en la que todos -en realidad- son victimarios.
Esta semana he vuelto a Gordón, a casa, porque «siempre se vuelve al primer amor», que decía el cantante. Lo hice para una charla con los chicos del IESO de Pola -y los adultos que se acercaron por allí- y estuve muy bien acompañada por dos tipos estupendos. Uno de Cármenes: Fulgencio Fernández, y otro de la Tercia: Mario González, ‘el Jilguerín de Casares’, antes minero por obligación y ahora rabelista por vocación.
Nunca había conocido a un rabelista, así que Mario es el primero. ¡Un fenómeno! Los que sólo usamos la palabra y, por tocar, no tocamos más que las narices, no tenemos nada que hacer cuando se pone un músico al lado. Sobre todo si canta rabeladas picantonas para que se rían los chavales.
Al final, las historias del ‘tío Ful’ y las canciones tradicionales de Mario cumplieron el titular de la esforzada corresponsal de este periódico allí, Estefanía Niño: laprimera lección siempre es «tu tierra».